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viernes, diciembre 19, 2014

Humanos vs. jaguares, una 'guerra' que merece una tregua


El enfrentamiento se ha consolidado como otro motor de extinción del felino más grande de América.

El jaguar macho fue cazado por campesinos del corregimiento de Siberia, en Ciénaga (Magdalena), luego de que había completado 15 días acechando algunas fincas. Persiguió y mordió el ganado, los caballos, las gallinas, dicen que no se salvaron ni los perros más bravos. Los labriegos se organizaron para contener ‘al tigre’, como lo llaman algunos.

Hubo jornadas de guardia, también de pánico, hasta que fue acribillado con un tiro de gracia.Pero esta Panthera onca, como se le conoce entre los científicos, no llegó hasta las áreas pobladas de Siberia, en plena Sierra Nevada de Santa Marta, por gusto.

Los lugareños han talado el bosque, han dañado su bosque y por eso el animal ya no encuentra alimento. Los incendios dentro de la selva se han vuelto normales. Uno de los más agresivos, en abril, destruyó en menos de 10 días unas 3.000 hectáreas de vegetación.


Por eso, sin sus presas cerca, errante durante días, débil y hambriento, resulta razonable que un animal tímido y solitario se transforme de pronto en una fiera capaz de embestir cualquier cosa con capacidad de moverse.

El felino atacado, con su hogar en crisis por culpa del hombre, se defiende asaltando sus animales domésticos. Este último, sin ser consciente de que con sus prácticas insostenibles ha destruido el hábitat del rey de nuestras selvas, defiende su patrimonio y a cambio lo agrede a muerte. Un círculo perverso que ha gestado en Colombia una guerra hombre contra jaguar que no parece tener tregua. No sólo es en la Sierra. Hay batallas similares, sin que muchas de ellas sean reportadas, principalmente en el Magdalena Medio, la Depresión Momposina y los Llanos Orientales. En ocasiones también en Antioquia.

El enfrentamiento se ha extendido peligrosamente al punto de que se ha consolidado como otro motor de extinción del felino más grande de América. Solo en los Llanos Orientales los campesinos matan al menos 22 jaguares al año. Un problema que también se percibe en toda Latinoamérica, desde México hasta Argentina.

Sin jaguares no hay agua

El jaguar está incluido en el Libro Rojo de Mamíferos de Colombia. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo considera en estado vulnerable. Sus poblaciones han bajado en un 45 por ciento.

Se calcula que en la Amazonia hay al menos 4,5 jaguares por cada 100 kilómetros cuadrados en áreas protegidas y 2,5 en zonas no protegidas. Un número que puede seguir descendiendo y que para muchas autoridades resulta irrelevante, a pesar del papel clave que cumple en el entorno.

Para decirlo en pocas palabras: la especie controla demográficamente a armadillos, venados, pecaríes y decenas de roedores. Por eso, si no existiera, todos ellos consumirían masivamente semillas y plantas que son vitales para el sostenimiento de ríos y quebradas que surten acueductos. Resulta irónico que a pesar de ser una especie que debería ser intocable por ese servicio ambiental trascendental que ofrece, ha sido, en cambio, atacada con saña.

Hace 40 o 50 años, miles de ejemplares fueron cazados para exportar sus pieles de contrabando a Europa y Norteamérica, en la famosa ‘época de las tigrilladas’.

Luego de que esta fiebre comercial se detuvo con la expedición de leyes que la prohibieron y la transformaron teóricamente en un delito, llegó la ampliación de la frontera agrícola para abrirle paso a la palma africana, la deforestación que arrasa con más de 120.000 hectáreas de plantas al año y ahora este frecuente problema de depredación con finqueros.

‘Mátalo y cállate’

Hay muchos ganaderos que aprecian tener jaguares en sus propiedades, como una herencia cultural y natural de la que se sienten orgullosos. Lo explica Eduardo Enciso, creador de la reserva de la sociedad civil Las Unamas, que resguarda un bosque primario en San Martín (Meta) y que se ha transformado en una isla en medio de las agresiones ambientales aledañas. “El jaguar es sinónimo de bienestar, es, incluso, un indicador de progreso”, dice.

Pero para otros, que alguno se acerque a sus terrenos resulta toda una contrariedad, que se mezcla con una indiferencia oficial intensa que no les ayuda a resolver lo que consideran un impasse. “No existen herramientas ni legales ni judiciales disuasivas. Nadie ayuda al dueño de la finca en caso de enfrentar la presencia de un jaguar”, explica Rafael Hoogesteijn, un veterinario experto en el tema que acaba de visitar el país, invitado por la fundación Phantera, para instruir a ganaderos de Meta y Casanare en el manejo de este conflicto (ver nota anexa).

“Y frente a esa indiferencia estatal, muchas veces el ganadero termina arreglando el problema solo, bajo una lógica funesta y cómplice dentro del gremio: mátalo, entiérralo y cállate”, agrega Hoogesteijn.

Situación que se ha vivido precisamente en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde, a pesar de múltiples peticiones a la Procuraduría, a la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag), incluso al Ministerio de Medioambiente, el problema no ha sido atendido. Allí se ha reportado la muerte de al menos cuatro jaguares en los últimos seis meses, que han hecho presencia en ocho caseríos, algunos de ellos conocidos como Lourdes, Congo, Corea, Cantarrana y La Unión. Ennessy Valdeblánquez, líder comunitaria y representante de Siberia, dice que ella y sus vecinos no quieren matar a los animales. Pero la situación ha llegado a extremos en los que ha sido imposible evitar las ejecuciones.

“A veces los hemos visto en sitios que corresponden a rutas que son usadas por los niños para ir a las escuelas y por eso la gente no está tranquila con esos animales merodeando por allí”, explicó Valdeblánquez.

Estas comunidades están solicitando un programa de educación ambiental que indique a través de folletos y cartillas información científica sobre los felinos. Incluso, la instalación de cámaras-trampa para hacer monitoreos y tratar de hacer un censo. “La gente está asustada y desconoce la importancia de los jaguares, por eso es clave que haya alguna estrategia de conservación para toda la región”, agregó Valdeblánquez.

Usted explica que el turismo es una opción para conservar el jaguar...

Totalmente. En el Pantanal (Brasil) las comunidades reciben 6 millones de dólares al año por personas que viajan solo a ver los jaguares. Cuando la gente se acerca a este felino y no lo caza, se puede transformar en un aliado.

JAVIER SILVA HERRERA
Redactor de EL TIEMPO
Fuente http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/


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